Mi amigo Cristóbal, qué cachondo el tío, me preguntó el otro día en el pádel si iba a ir el domingo a votar. Así que, ni corto ni perezoso, le dije que no tenía intención de ello, que esta vez no. Y cuando me disponía a soltarle un soliloquio sobre mis meditados motivos para mi abstención me dijo que cortara el rollo y que se lo contara en mi blog, que para eso lo tengo. Así que procedo, por petición popular:
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Lo siento, pero no voy a votar en las elecciones al Parlamento Europeo. El motivo: ninguna de las opciones que se han presentado estos días en los medios me convence. Ni la niñata de Leyre, con sus tonterías interplanetarias, ni los amigos de Paco te quiero un huevo, ni la oportunista de Rosa Díez. Lo siento Rosa, pero los tránsfugas no me van.
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No voy a entrar en su juego, señores políticos. O empiezan ustedes a hacer política de verdad, sea del color que sea, o un servidor va hacer uso de su derecho constitucional a quedarse en el parque paseando al perro. No encuentro ni un solo motivo para votarles a ustedes. A ninguno de ustedes.
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Con una participación que no llega al 50%, si estos políticos tuvieran un poco de vergüenza, deberían repartir solamente la mitad de los escaños y ahorrarnos millones de euros en sueldos, dietas, despachos o secretarias, por ejemplo.
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Y es que ya no hay políticos como los de antes. Ese Adolfo Suárez, impertérrito en su escaño, mientras un desequilibrado pegaba tiros al techo. O Calvo Sotelo con su traje de chaqueta, sin una arruga. Esos sí que eran políticos como Dios manda. A D. Manuel Fraga o a Felipe sí que merecía la pena votarles. Grandes políticos, ideólogos a los que les cabía el Estado Español en la cabeza. Pero a estos mierdecillas, que los voten sus amigos, que yo paso.
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No es cuestión de ideologías, de izquierdas o de derechas, a estos políticos de hoy en días les da igual todo. Una vez me hablaron de un tipo que se jactaba delante de un alto cargo diciendo "me da igual que ganemos los de izquierdas o que ganemos los de derechas". Y así nos va.
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Así que, mi querido Cristóbal, por esta vez me abstengo. Sin que sirva de precedente.
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