lunes, 19 de octubre de 2009

El vuelo de la mariposa

Se debate estos días un tema tan antiguo casi como mi escaso uso de razón política. De vueltas con el aborto. Nuestros políticos de uno u otro signo se empeñan muchas veces en cambiar el nombre a las cosas, o buscar otra manera de llamarlas, para tratar de arrimar el ascua del lenguaje a su sardina, y así por mucho que quieran suavizarle el nombre al aborto con definiciones como "interrupción voluntaria del embarazo" éste no deja de ser un homicidio, se mire como se mire. Porque oye, está la criatura creciendo tan tranquila, cuando su madre y los amigos de su madre deciden quitárselo del medio, porque les molesta o vaya usted a saber por qué (ahí no entro). Y sin tener a nadie que le defienda le cortan a la criatura la vida. Y se acabó el problema. Y habrá quien creyéndose progresista, se pregunte quién soy yo para juzgar a los hombres y mujeres que abortan. Pues la verdad es que no soy nadie, como tampoco soy nadie para juzgar a quien comete asesinatos, a quien roba, o a quien viola. Pero sí que me permito opinar que en un Estado de Derecho las leyes están para proteger a las personas, a todas, al poderoso y al débil. Y que esas criaturitas también tienen derecho a que las leyes las protejan de alguna forma.

Y no soy muy amigo de los insectos, la verdad, pero me fascina el vuelo de la mariposa. Un ser maravilloso, las hay preciosas, todas con un proceso vital fascinante: que si el gusano y el capullo y los huevecillos esos que ponen. Me impresiona el proceso de transformación que sufren dentro de su propio ovillo de seda. Lentamente. Y como con todas las cosas importantes de la vida, hay que darles sus tiempo, porque si el proceso se desarrolla lentamente, surge en su debido momento, como algo mágico, una preciosa mariposa de alegre vuelo. Pero si alguien decide descubrir antes de tiempo en su torpeza lo que está pasando dentro de ese espacio íntimo, aborta inexorablemente ese pequeño aliento de vida, descubriendo algo sin ninguna forma todavía definida e impidiendo por siempre que un ser precioso nos permita disfrutar del vuelo de la mariposa. Y debemos tener la fuerza necesaria para evitarlo.

sábado, 10 de octubre de 2009

Cuestión de tiempo

Me ha vuelto a pasar. Por enésima vez. Conducía por una avenida de esas anchas, con dos carriles de circulación en ambos sentidos. En esto veo que un semáforo a lo lejos se pone rojo. Aún circulando por el carril de la izquierda reduzco la velocidad moderadamente. Y como en una maldición se vuelve a repetir, una vez más, la escena: un individuo, joven, varón, raza blanca, gafas de sol, coche tuneado, rojo (no podía ser de otra manera), me adelanta por la derecha, supongo por su cara que muy enfadado, y se me planta delante, llegando el primero al semáforo en rojo.

Y me da que pensar la de veces que actúo como un macarra con gafas de sol y gomina. Viviendo una vida loca y acelerada que no me deja disfrutar de cada detalle. Voy corriendo a todos sitios con la intención de ser el primero en llegar a ninguna parte.

Al mismo tiempo, curiosamente, vivo a la vez una existencia monótona, cansada, lenta y triste que no me permite pensar que debe haber algo más. Y así se consuma el absurdo de vivir deprisa para ganar tiempo con el que no hacer nada.

Y mientras, por mi vida pasan experiencias maravillosas que no me paro a saborear, pensando qué pasará mañana.

No reparo en asumir que mi existencia es sólo cuestión de tiempo.

De gotas de agua cayendo en un vaso.
De besos furtivos sedientos de vida
que cuartean los labios
de tanto besarse.

De historias, de amores, de gente de paso,
que avanza deprisa, que pasea o camina
y de amigos sabios
para refugiarse.

Mientras él pasa lento y cadencioso
sutil a veces y cómplice a ratos.
Siempre inexorable.

Pararse a mirar
las hojas caer
mecidas al viento,
para disfrutar
tan sólo con ver
que es cuestión de tiempo.