domingo, 12 de julio de 2009

Retrospectiva

No sé muy bien cómo va a acabar todo esto, aunque tampoco me preocupa en exceso. Lo que sí sé es que relatar una historia es algo enormemente complicado. Para escribir apenas unos párrafos que den medianamente la cara hacen falta horas de trabajo. Repasar cada frase una y mil veces. Tiempo del que por desgracia no dispongo.

Porque no es lo mismo dar mi opinión sobre un tema, para lo cual se me vienen las palabras al teclado con fluidez pasmosa, que inventarse una historia. A lo cual además hay que añadir la dificultad de que al hacerla pública pueda existir algún mal pensado que intuya inexistentes atisbos autobiográficos en algo que no es más que mera ficción.

Mi amiga Ana dice que le resulta muy curioso leerme porque con la imagen de niño bueno que le doy y cómo "escupo" cuando opino.

Así que no os prometo nada. Iré escribiendo a raticos. La historia para contar ya la tengo más o menos clara. Y llevo como varias páginas invertida en ella. Os pongo un avance. El principio supongo que os sonará del algo.


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La Policía golpeaba con insistencia la puerta. Fuera, en la calle, hacía un calor bochornoso de esos que sólo pueden soportar con un poco de dignidad las personas que saben controlar sus biorritmos. Dentro de la habitación del hotel la chica lloraba, nerviosa, sin saber muy bien qué estaba pasando. El cuerpo del abogado permanecía tendido boca abajo, inerte sobre la cama. Un reguero de sangre empapaba las sábanas bajo su muñeca derecha.

Cuando llegó el Forense miró a la chica desde la puerta. No tuvo que hacer preguntas. Tampoco entró en la habitación, no le hizo falta. Le bastó ver la mirada de la joven y el color de la sangre. El fluido almagre no tenía aspecto arterial sino venoso.

Desde el quicio emitió su dictamen certero: este hombre no ha muerto desangrado. Ha sido víctima de los ojos más hermosos y de la mirada más profunda y penetrante que ni yo mismo hubiera imaginado jamás. Giró sobre sus pasos y musitó un breve pasad en una hora por la oficina a recoger el informe.

Ella aterrada, indefensa, confusa, de pie, apenas tapada con una sábana, no entendía muy bien qué es lo que estaba pasando. Aún lo sentía dentro de ella. Apenas unos minutos antes todo era pasión, sudor, jadeos incontrolados. Los ojos de ambos fundidos en un caleidoscopio escarlata. Y ahora sobre la cama el hombre que le había dado un nuevo sentido a su vida estaba postrado, tendido, inerte.

Todo había empezado algunos meses antes, cuando le abrió la puerta del coche con estudiada educación. El breve trayecto, apenas unos minutos, hacia el lugar elegido le había servido a él para descubrir algunas cosas.

La primera fue que la mujer que estaba sentada a su derecha, estudiando las dimensiones del asiento del acompañante, no era exactamente la misma con la que había estado trabajando durante toda la mañana. Eran sus mismos rasgos pero no era ella, llevaba la misma ropa pero no era ella, seguía siendo insultantemente joven pero ya no aparentaba su edad. Era la misma persona pero era distinta. Infinitamente más interesante. Enormemente más atractiva. Terriblemente más seductora. Peligrosamente más inteligente.

El segundo descubrimiento tenía que ver con él mismo. Acababa de darse cuenta de que no le importaba tirar toda su vida por la borda con tal de dedicar un solo minuto a vivir intensamente algo que le mereciera verdaderamente la pena. Que era de ese tipo de locos insensatos que se juegan toda su fortuna a una carta por el mero hecho de experimentar la sensación de caminar sobre una cuerda floja que sea lo suficientemente interesante. O de subirse a un tren en marcha que no sabes muy bien dónde te lleva, pero sí cerca de quien te va a dejar. Que no le importaba ganar o perder esa batalla sino vivir con intensidad mientras durase la fortuna de seguir luchando por esa causa.

La tercera y más importante lección, que iba a durar mientras durase esa historia, no era tanto un hecho sino una intuición, que para esas dos personas tan extraordinariamente idénticas es muy difícil ocultar que ninguno de los dos era exactamente en realidad lo que el otro querría que fuera.

(continuará...)

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