La Semana Santa de Cartagena es una acontecimiento que siendo niño me llamaba la atención, provocando en mi una inexplicable atracción. De cuando me llevaban a ver procesiones guardo en el recuerdo el sonido lejano del timbal. Cualquier procesionista que se precie sabe con precisión milimétrica por dónde pasa la procesión, solamente por el sonido que se intuye a lo lejos, a poco que sus pasos hayan rebasado el Paseo de Alfonso XIII.
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Eso es algo que siempre le hace mucha gracia a los amigos que me acompañan, que son de esos que les gusta verlas un ratico, y hasta el año que viene. Ellos me dicen lo que quieren ver, y yo les conduzco sin cruzar nunca la procesión por medio, a un privilegiado punto en primera fila donde disfrutar del espectáculo.
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Pero como Dios cría a los frikis, y ellos se juntan, acabé no me preguntes cómo metido en el mundillo. Más me valdría haber montado un puesto de churros.
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He descubierto, a base de palos, que el mundillo de la Semana Santa de Cartagena está gobernado por una serie de personajillos de poca monta, que en condiciones normales no llegarían nunca ni a jefes de escalera. En todos ellos se cumple indefectiblemente el PRINCIPIO DE PETER: "En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia".
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En el curioso mundillo de la semana santa nadie ha oído hablar de Planificación estratégica, de Inteligencia emocional, de técnicas para la dirección de grupos, de dinamización de reuniones o del Líder con vocación de servicio. Vamos, el A-B-C de cualquier colectivo medianamente serio que quiera llegar a alguna parte sin desquiciar a sus miembros. Casi todo funciona sin planificación a medio plazo, por lo que de manera habitual lo urgente impide afrontar lo importante.
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La familia es un elemento clave para que se te tenga en cuenta. Difícilmente van a escuchar tu opinión si no tienes un nutrido grupo de padres, hermanos, tíos o cuñados que defiendan tus propuestas, por buenas o malas que sean. De la misma manera se evita a toda costa formar a la gente joven con procesos de coaching ni nada que se le parezca, ocupando los puestos cuanto más mejor, sin entrenar a los aspirantes para el relevo.
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Además cuando algún integrante de esa curiosa manada muestra su desacuerdo con el modo oficial de hacer las cosas, recibe palos hasta en el documento nacional de identidad, formándose inverosímiles coaliciones de personajillos que igual se odian visceralmente que se abrazan efusivos, según sople el viento de sus intereses.
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Así que un servidor ha decidido que hasta aquí hemos llegado, que la vida son dos días y ya ha pasado uno y medio. Que no somos nadie, y encima algunos menos que otros. Y que con su pan se lo coman.
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NOTA: El principio de Peter dice que en una empresa, entidad u organización las personas que realizan bien su trabajo son promocionadas a puestos de mayor responsabilidad una y otra vez, hasta que alcanzan su nivel de incompetencia. Este principio fue formulado por Laurence J. Peter en su libro The Peter Principle, de 1969.
Genial lo que escribes. Es una pena, pero es todo verdad. Me quedo de entre todo el texto, con esta frase: "He descubierto, a base de palos, que el mundillo de la Semana Santa de Cartagena está gobernado por una serie de personajillos de poca monta, que en condiciones normales no llegarían nunca ni a jefes de escalera". Es totalmente cierta y lo malo es cuánto daño está haciendo a la Semana Santa cartagenera
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