Antes de continuar y para que mis avezadas lectoras no piensen de mí que soy un machista empedernido, tengo que apuntar que estas tres especies abundan tanto en género masculino, femenino y neutro. Vamos, que las hay mujeres, hombres y viceversa.
(Entiéndase viceversa como HCH"hombres que practican sexo con hombres" y MCM"mujeres que practican sexo con mujeres", que para quien no lo sepa es como se llama ahora de manera políticamente correcta a los mariquitas y a las lesbianas. Sí a mi también me pareció una solemne chorrada esta nueva denominación, pero es lo que hay).
Como iba diciendo, existen las cotorras, las marujas y las cotillas.
La cotorra es un animal inofensivo. Habla y habla sin parar durante horas. De manera ininterrumpida y normalmente sin interesarle lo más mínimo lo que pueda estar pensando el otro. Ametrallan con sus comentarios banales a quien tengan delante, hablándole sobre todo tipo de situaciones anecdóticas de su vida diaria. A mi las cotorras me parecen muy divertidas, siempre y cuando no malgasten su saliva en horario de trabajo. Las cotorras no suelen relacionarse con cotorras, pues son incompatibles. Confieso que me encanta oírlas un ratico, sus monólogos autobiográficos me resultan curiosos, pues aunque vulgares, a veces son genialmente cómicos.
La maruja es algo más peligrosa. No suele hablar de sí misma, como la cotorra, sino que le encanta hablar de los demás. Es celosa de lo suyo y amante de la intimidad del otro. Y no sólo se queda aquí, sino que también pregunta, acaparando la mayor cantidad de información posible, que luego poder intercambiar con otras marujas, con las que se relacionan a la perfección. A mí particularmente me resultan molestas.
Sin duda alguna la cotilla es la más abominable de las tres especies. Posee todas las cualidades de la maruja, pero a diferencia de ésta, manipula y maneja la información procurando enredar en su desvaríos al mayor número de gente posible. La cotilla tergiversa, manipula, inventa, supone, critica, lía, hiere, enreda. Procura con su crítica poner de su lado a su presa, a la que no dudará en vender también a la menor oportunidad. Una cotilla nunca te dirá a la cara lo que va diciendo por ahí de ti, pero no dudará en tratar de enredarte contra otra persona.
Por ello, quien da pábulo a una cotilla ya sabe que se arriesga a ser su siguiente presa.
Con razón tengo alergia a todo bicho viviente que tenga plumas. BVV
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